Pushing back on poverty
Retroceder la pobreza

Story by Gregg McQueen In the United States, 1.17 million children live in “extreme poverty,” meaning family members live on less than $2 per day. Living in poverty has a profound impact on a child’s health, and can inflict social and emotional damage, as well as impact cognitive function, said Dr. Benard Dryer, President of the American Academy of Pediatrics (AAP). Speaking at a New York State Pediatric Advocacy Conference held at Columbia University Medical Center on March 17, Dreyer unveiled a new AAP policy that seeks to support brain development in early childhood by improving wellness screenings, getting low-income parents aligned with assistance programs, and advocating for an increase in essential benefits like Medicaid, school meals, Supplemental Nutritional Assistance Program (SNAP) and Women, Infants and Children (WIC) program. A child’s brain triples in size from newborn to age two, and makes 700 new neural connections every second, providing an essential window to improve cognitive function and advance growth in all areas of a child’s behavior. Speaking to a roomful of New York pediatricians, Dryer urged them to screen families for social determinants of health, then refer them to assistance programs such as food stamps that will help increase the health of their children. Dryer also called on pediatricians to collaborate with community-based organizations to help families address basic needs that are going unmet. Without aids such as food stamps, the Earned Income Tax Credit and income subsidies, the number of U.S. children living in extreme poverty would jump to more than 3 million, said Dryer, who stressed that government assistance programs are extremely successful in helping families. “The bottom line is, these programs work,” he remarked. Dreyer said the Affordable Care Act (ACA) has dramatically helped children of poor families access proper medical care. “In the late ‘80s, early ‘90s, 30 percent of kids under the federal poverty line were uninsured,” Dreyer said. “Now, it’s down to about 6 percent nationwide. We need to be proud of that progress.” Still, the federal government still needs to do more to fund anti-poverty programs, Dreyer stated. “Child poverty costs about $500 billion per year,” he said. “In a federal budget of over $3 trillion, we can afford it.” For more information, please visit www.aap.org. Historia por Gregg McQueen Vivir en la pobreza tiene un profundo impacto en la salud del niño y puede infligir daño social y emocional, así como impactar la función cognitiva, dijo el Dr. Benard Dryer, presidente de la Academia Americana de Pediatría (AAP por sus siglas en inglés). En una conferencia de Defensa del estado pediátrico de Nueva York celebrada en el Centro Médico de la Universidad Columbia el 17 de marzo, Dryer dio a conocer una nueva política de la AAP que tiene como objetivo apoyar el desarrollo del cerebro en la primera infancia mediante la mejora de exámenes de bienestar, haciendo que los padres de bajos ingresos se alineen con los programas de asistencia y abogando por un aumento en los beneficios esenciales como Medicaid, comedores escolares, el programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP por sus siglas en inglés) y el programa para Mujeres, Bebés y Niños (WIC por sus siglas en inglés). El cerebro de un niño se triplica en tamaño desde recién nacido hasta los dos años, y hace 700 nuevas conexiones neuronales cada segundo, proporcionando una ventana esencial para mejorar la función cognitiva y el crecimiento anticipado en todas las áreas de la conducta de un niño. En declaraciones a una sala llena de pediatras de Nueva York, Dryer los instó a examinar a las familias por factores determinantes sociales de la salud, y luego referirlas a programas de asistencia como los cupones de alimentos, que les ayudarán a aumentar la salud de sus hijos. “Podrían hacer una pregunta: ¿Está teniendo problemas para llegar a fin de mes?”, dijo Dryer. “Si pudieran conectar a las familias con los beneficios a los que califican, realmente les van a ayudar”. Dryer también pidió a los pediatras colaborar con las organizaciones comunitarias para ayudar a las familias a tratar las necesidades básicas que quedan insatisfechas. Sin ayuda como los cupones de alimentos, el crédito por ingreso y los subsidios de renta, el número de niños estadounidenses que viven en pobreza extrema saltaría a más de 3 millones de dólares, dijo Dryer, quien hizo hincapié en que los programas de apoyo del gobierno son un gran éxito ayudando a las familias. “La conclusión es que estos programas funcionan”, destacó. Dryer dijo que la Ley de Asistencia Asequible (ACA por sus siglas en inglés) ha ayudado de manera espectacular a los niños de familias pobres a tener acceso a una atención médica adecuada. “A finales de los años 80, principios de los 90, el 30 por ciento de los niños por debajo de la línea federal de pobreza estaban sin seguro”, dijo Dryer. “Ahora, está abajo de alrededor del 6 por ciento a nivel nacional. Tenemos que estar orgullosos de ese progreso”. Aun así, el gobierno federal todavía tiene que hacer más para financiar los programas contra la pobreza, Dryer declaró. “La pobreza infantil cuesta cerca de $500 mil millones de dólares por año”, dijo. “En un presupuesto federal de más de $3 trillones de dólares, lo podemos permitir”. Para más información, por favor visite www.aap.org.Pushing back on poverty
According to the AAP’s new policy, early childhood intervention programs have the greatest health impacts by cutting down the effects of toxic stress, especially among poor children.
“You could ask one question ― ‘Are you having trouble making ends meet?’” said Dryer. “If you could just connect families with benefits they qualify for, you’re really going to help them.”
Retroceder la pobreza
En los Estados Unidos, 1.17 millones de niños viven en “pobreza extrema”, es decir miembros de la familia viven con menos de $2 dólares por día.
De acuerdo con la nueva política de la AAP, los programas de intervención en la primera infancia tienen los mayores impactos en la salud pues cortan los efectos del estrés tóxico, especialmente entre los niños pobres.