A Change for All
Un Cambio para todos

A Change for All
By Lauren Zajac, MD
What can New Yorkers do to push for healthier air and a better future for our children?
As a pediatrician trained in environmental health and as a mother, I worry about the impact of climate change on children’s health. Climate change is not a partisan issue.
It is our reality and it threatens the health and well-being of all members of society, especially children.
President Trump’s decision earlier this year to withdraw from the Paris Agreement will harm communities’ health and the environment.
His decision makes local and state action even more essential.

Climate change is already making many health-related issues worse. One such threat is worsening air pollution, particularly ground-level ozone, a component of smog. Ground-level ozone is created when pollution from tailpipes and power plants react with sunlight and heat to create the ozone. The hotter the day, the more ozone is formed. Unfortunately, New York City already doesn’t fare well for ozone pollution. The American Lung Association’s 2017 “State of the Air Report” gave failing grades for three of the city’s five boroughs for high ozone days.
As climate change continues, ground-level ozone is expected to become worse, harming more children. High levels of ozone can lead to breathing problems for everyone, but especially those with asthma. People with asthma are the first to feel the effects of poor air quality: more frequent and worsening asthma attacks, emergency room visits and hospitalizations. Asthma is one of the biggest reasons children miss days from school.
The burden of asthma does not affect all of the city’s children equally. Children from low income neighborhoods are more likely to have been diagnosed with asthma than children in higher income neighborhoods.
Some of the city’s highest asthma rates are in Hunts Point (Bronx) and East Harlem (Manhattan).
In addition to the tremendous toll that asthma takes on the quality of life of children and their caregivers, the social and economic costs of asthma are far-reaching for New York. The State Department of Health estimated in 2014 the annual overall cost of asthma in New York at 1.3 billion dollars.
Some good news—New York has seen recent declines in overall asthma deaths, hospitalizations and asthma prevalence among children in the Medicaid program. Further progress remains essential.
More good news—New York has strong leadership from many of its elected officials on climate change and clean air policies.
New York has begun to invest in cleaner, healthier energy sources to reduce air pollutants. More needs to be done and the time is urgent, especially as President Trump and many members of Congress are trying to dismantle federal protections for air quality and climate change.

So what can we do, as concerned citizens, to continue the push for cleaner energy, healthier air, and a better future for our children?
One action we can take is to call on our elected leaders in New York to strengthen the Regional Greenhouse Gas Initiative (RGGI), a multistate program intended to cap and reduce carbon dioxide emissions responsible for climate change. Since 2008, RGGI has aided in reductions in carbon emissions and air pollutants from large fossil-fuel fired power plants in New York and throughout the Northeast. As of 2014, it has been estimated that the implementation of RGGI has led to significant reductions in adverse health consequences (fewer heart attacks and lower adult mortality), providing New York with over $800 million in health savings.
While these gains are promising, they are not enough.
As of now, RGGI reduces the carbon cap by 2.5% each year. However, RGGI can be made stronger by reducing the annual carbon cap to 5%. A study by the Acadia Center calculated that shifting the cap to a 5% annual carbon reduction will provide more than $2 billion in health benefits through 2030, which is more than double the benefits that would be achieved by continuing the 2.5% annual reduction.

Along with shifting the carbon cap, community funds earned through RGGI should be heavily invested in communities disproportionately impacted by the harmful health effects of air pollution and climate change. By engaging elected officials, community leaders and our neighbors, we can ensure that RGGI is made as strong as it needs to be, and that its benefits are shared equitably.
Dr. Lauren Zajac is a pediatrician in New York City, a member of the National Board of Directors for Physicians for Social Responsibility (PSR), and a member of PSR-New York Chapter. For more information, please visit www.psr.org.
Un Cambio para todos
Por Lauren Zajac, MD
¿Qué pueden hacer los neoyorquinos para impulsar un aire más sano y un futuro mejor para nuestros hijos?
Como pediatra formada en salud ambiental y como madre, me preocupa el impacto del cambio climático en la salud de los niños. El cambio climático no es una cuestión partidista.
Es nuestra realidad, y amenaza la salud y el bienestar de todos los miembros de la sociedad, especialmente de los niños.
La decisión del presidente Trump de retirarse del Acuerdo de París a principios de este año, dañará la salud de las comunidades y el medio ambiente.
Su decisión hace que las acciones locales y estatales sean aún más esenciales.

El cambio climático ya está agravando muchas cuestiones relacionadas con la salud. Una de esas amenazas es el empeoramiento de la contaminación atmosférica, en particular el ozono del suelo, un componente del smog. El ozono a nivel del suelo se crea cuando la contaminación de los tubos de escape y las centrales eléctricas reaccionan con la luz solar y el calor para crear el ozono. Cuanto más caliente es el día, más ozono se forma. Desafortunadamente, a la Ciudad de Nueva York no le va bien respecto a la contaminación del ozono. El “Informe 2017 del Estado del Aire” de la Asociación Americana del Pulmón, dio calificaciones de falla para tres de los cinco condados de la ciudad en los días de índices altos de ozono.
A medida que el cambio climático continúa, se prevé que el ozono del suelo empeore, dañando a más niños. Los altos niveles de ozono pueden causar problemas respiratorios para todos, pero especialmente para quienes tienen asma. Las personas con asma son las primeras en sentir los efectos de la mala calidad del aire: ataques de asma más frecuentes y que empeoran, visitas a la sala de emergencias y hospitalizaciones. El asma es una de las razones más grandes por las que los niños pierden días en la escuela.
La carga del asma no afecta a todos los niños de la ciudad por igual. Los niños de los barrios de bajos ingresos tienen más probabilidades de haber sido diagnosticados con asma que los niños en los barrios de ingresos más altos.
Algunas de las tasas de asma más altas de la ciudad se dan en Hunts Point (Bronx) y en East Harlem (Manhattan).

Además del tremendo costo que el asma tiene sobre la calidad de vida de los niños y sus cuidadores, los costos sociales y económicos del asma son de gran alcance para Nueva York. El Departamento de Salud del Estado estimó en 2014 el costo total anual del asma en Nueva York en $1,300 millones de dólares.
Algunas buenas noticias: Nueva York ha visto disminuciones recientes en el total de muertes por asma, hospitalizaciones y prevalencia de asma entre los niños en el programa de Medicaid. Siguen siendo necesarios progresos adicionales.
Más buenas noticias: Nueva York tiene un liderazgo fuerte de muchos de sus funcionarios electos en cambio climático y políticas de aire limpio.
Nueva York ha comenzado a invertir en fuentes de energía más limpias y saludables para reducir los contaminantes del aire. Hay que hacer más y el tiempo es urgente, especialmente ya que el presidente Trump y muchos miembros del Congreso están tratando de desmantelar las protecciones federales para la calidad del aire y el cambio climático.

Entonces, ¿qué podemos hacer, como ciudadanos preocupados, para continuar el impulso por una energía más limpia, un aire más sano y un futuro mejor para nuestros niños?
Una acción que podemos tomar es llamar a nuestros líderes electos en Nueva York para fortalecer la Iniciativa Regional de Gases de Efecto Invernadero (RGGI, por sus siglas en inglés), un programa multiestatal destinado a limitar y reducir las emisiones de dióxido de carbono responsables del cambio climático. Desde 2008, RGGI ha ayudado a reducir las emisiones de carbono y los contaminantes atmosféricos de las grandes centrales eléctricas alimentadas con combustibles fósiles en Nueva York y en todo el noreste. Desde 2014, se ha estimado que la implementación de RGGI ha llevado a reducciones significativas en las consecuencias adversas para la salud (menos ataques al corazón y menor mortalidad de adultos), proporcionando a Nueva York más de $ 800 millones en ahorros de salud.
Si bien estas ganancias son prometedoras, no son suficientes.

Desde ahora, la RGGI reduce la captación de carbono en un 2.5% cada año. Sin embargo, puede hacerse más fuerte al reducir el tope anual de carbono al 5%. Un estudio realizado por el Centro Acadia calculó que cambiar el tope a una reducción anual de carbono del 5% proporcionará más de $2 mil millones de dólares en beneficios para la salud hasta 2030, lo cual es más del doble de los beneficios que se obtendría al continuar la reducción anual del 2.5%.
Junto con el cambio del límite de carbono, los fondos comunitarios obtenidos a través de la RGGI deben ser fuertemente invertidos en las comunidades afectadas de manera desproporcionada por los efectos nocivos para la salud de la contaminación del aire y el cambio climático. Al involucrar a funcionarios electos, líderes comunitarios y nuestros vecinos, podemos asegurar que la RGGI se haga tan fuerte como debe ser y que sus beneficios se compartan equitativamente.
La Dra. Lauren Zajac es pediatra de Ciudad de Nueva York, miembro de la Junta Nacional de Directores de Médicos por la Responsabilidad Social (PSR, por sus siglas en inglés), y miembro de PSR-Capítulo Nueva York. Para obtener más información, por favor visite www.psr.org.